¿Sabes que hay muchos jóvenes que deciden apartarse del mundo para vivir encerrados en su habitación, dentro de la casa de los padres?
Es lo que se conoce como “Hikikomori»
El término “Hikikomori” significa literalmente “estar apartado”. Surge en Japón, en el año 1998, tras publicarse el libro del psiquiatra Tsukaba Tamaki Saito titulado “Aislamiento social, una adolescencia sin fin” (“Shakaiteki Hikikomori, owaranai shishunki”)
Aquí se describía por primera vez la existencia de personas que deciden encerrarse en sus habitaciones, con un contacto familiar mínimo y un contacto social nulo. Pueden permanecer así durante un tiempo prolongado (meses o años), con aislamiento extremo, abandonando sus trabajos o sus estudios.
Según la encuesta nacional realizada por el gobierno de Japón existen actualmente aproximadamente 1.460.000 de hikikomoris (¡casi un millón y medio de jóvenes afectados en Japón!), es decir un 2% de la población japonesa de entre 15 y 64 años. Y el número de hikikomoris está aumentando de forma progresiva en los últimos años, como una epidemia que no para de crecer.
Definición de Hikikomori
Se describe como un fenómeno psicopatológico y sociológico en el que las personas que lo padecen se retiran completamente de la sociedad durante al menos 6 meses, recluyéndose en el domicilio familiar (habitualmente encerrados en su habitación), con el objeto de evitar cualquier compromiso social como la educación, el empleo o las relaciones sociales y de amistad.
Cabe destacar que la palabra “hikikomori” no sólo hace referencia a la población que padece dicho trastorno, sino también al trastorno en sí mismo
Afecta, de manera primordial, a adolescentes o jóvenes, que se aíslan del mundo, encerrándose en su habitación, pero en la casa de sus padres, durante un tiempo indefinido, pudiendo llegar a estar años enclaustrados. Rechazan cualquier tipo de comunicación y su vida comienza a girar en torno al uso de Internet.
En España, el Hikikomori también se conoce como el “Síndrome de la puerta cerrada”. Se da sobre todo a partir de los 14 años, aunque tiende fácilmente a convertirse en crónico. También hay casos de personas hikikomori adultas.
Características del Hikikomori
Es muy importante resaltar que NO padecen otro trastorno psiquiátrico que justifique el aislamiento.
No padecen un proceso depresivo, ni un cuadro psicótico, ni tienen una Fobia Social (si quieres saber más de la Fobia Social pincha aquí).
De hecho, el hikikomori es capaz de salir esporádicamente a la calle sin problema para comprar los productos que necesita, aunque, eso sí, utilizando usualmente las primeras horas de la mañana o la noche para estas escapadas ocasionales, tratando de evitar siempre el contacto social.
Hechos que se repiten habitualmente en los Hikikomori:
– Pasan la mayor parte del tiempo en casa.
– Ausencia de interés por ir a la escuela o trabajar.
– Tiempo mínimo de aislamiento de 6 meses.
– Ausencia de esquizofrenia, retraso mental, trastorno bipolar, fobia social o cualquier otra patología de salud mental que explique la conducta
– El inicio del aislamiento ocurre en la adolescencia en probable relación con una crisis de identidad en el adolescente.
– Aparece típicamente en varones.
– La prevalencia de estos casos está incrementándose en países desarrollados o de altos ingresos. Al fin y al cabo necesitan de la protección y del sustento de sus padres de forma continuada.
– Son personas que evitan todas las actividades sociales. Sus relaciones suelen ser pasivas o indiferentes.
– Escapan de la realidad a un mundo cerrado o virtual.
– Son personas que invierten mucho tiempo en actividades solitarias sin hacer ningún esfuerzo por mantener relaciones interpersonales. Se aíslan en su habitación, ven la televisión, juegan al ordenador o a videojuegos, leen libros o comics (tipo manga), etc. A veces tienen el ritmo sueño-vigilia invertido y muchas veces no mantienen conductas de aseo personal.
– Son asociales, pero salen. La gente piensa que estos jóvenes no salen de casa, pero sólo el 27% de los Hikikomori en Japón no lo hacen. Algunos salen regularmente a lo largo del día, pero de hecho pasan su tiempo andando sin rumbo o subiéndose a trenes o autobuses sin objetivo final y sin contacto social activo.
– Es frecuente que se haya producido una sobreprotección por parte de su familia. También se ha visto que afecta más a jóvenes cuyos padres tienen elevadas expectativas, estando sometidos a una elevada presión académica.
Especialmente complejo parece el diagnóstico diferencial entre el hikikomori y la adicción a Internet
Tratamiento del Hikikomori
Es muy difícil acceder a estas personas porque ellos no consideran que puedan tener un problema de salud mental ni que necesiten ningún tipo de tratamiento.
El hikikomori no tiene ninguna conciencia de estar enfermo ni de necesitar ayuda.
Al contrario, han encontrado un estilo de vida en el que se encuentran cómodos y despreocupados.
En principio, preocupa a los padres sólo relativamente, ya que la tendencia es a pensar que puede ser algo pasajero y que en poco tiempo volverán a la “normalidad”.
De esta forma, la familia tarda mucho en tener conciencia de que existe un problema grave, por lo que consultan a los especialistas mucho más tarde de lo recomendable.
El primer paso, antes del tratamiento, es establecer el diagnóstico, para lo cual se ha de realizar una evaluación clínica completa que descarte la posible existencia de otra patología psiquiátrica que justificase la conducta, porque si hubiese otro proceso clínico habría que iniciar el tratamiento adecuado y específico para ese proceso (depresión, fobia social,…)
Uno de los objetivos principales del tratamiento de los hikikomori es promover la integración de estos jóvenes en su propio rol social.
Que consigan, por ejemplo, retomar los estudios, concienciando también a los profesores de la necesidad de “cuidar” a aquellos estudiantes que se ausentan de las clases por este motivo. O que sean capaces de retomar el camino hacia el mercado laboral para poder reintegrarse en la sociedad.
Internet proporciona una ventana para las vidas aisladas de los hikikomori.
Estas personas están cada vez más conectadas a internet y el tiempo que pasan con otras personas en el mundo real disminuye progresivamente.
Hay que aprovechar los recursos que ofrece internet (a la que cada vez están más enganchados los hikikomori) así como la creciente interconexión entre los mundos online y offline de forma positiva, para encontrar mecanismos que ayuden a que los hikikomori retornen a sus vidas diarias y de relación social.
En 2016, se publicó el caso de un paciente que comenzó repentinamente a salir de casa a diario tras descargar el juego de Nintendo para teléfono móvil “Pokémon Go”. Este juego usa realidad aumentada para atrapar criaturas virtuales en el mundo real. El chico comenzó a salir a la calle para cazar pokemon y comenzó a relacionarse con otras personas que hacían lo mismo.
Este tipo de juegos pueden ser útiles en centros de ayuda para los hikikomori.
Hay que aprovechar todos los recursos disponibles, incluso que los que vienen de lo que podríamos considerar “el enemigo”, como son los juegos de internet.
El Hikikomori, como proceso clínico, está avanzando de manera continuada en todo el mundo occidental.
Es un problema acuciante en Japón (como ya henos dicho, se estima que hay 1,46 millones de hikikomoris), pero se ha trasladado ya a todos los países de cultura occidental. Todos los estudios indican que está avanzando de forma exponencial y que presenta un riesgo epidémico que puede afectar gravemente a la salud mental de nuestros jóvenes.
Es una epidemia asombrosa porque no depende, como las que habitualmente conocemos, de un microorganismo que nos afecta y que no podemos evitar. El proceso ocurre porque el hikikomori elige esta forma de vida, dinamitando los mecanismos de relación social y provocando que esté incapacitado para la autonomía y la independencia personal a corto, medio y largo plazo.
Sin embargo, los hikikomori viven este proceso con total despreocupación, metidos en su mundo (que es su habitación, con sus recursos de internet), protegidos por la familia y amparados por nuestra sociedad occidental, mientras pierden todas las posibilidades de crear proyectos de futuro personal, social o familiar.
Estoy convencido que cuando mi amigo Emilio Granés lea este artículo comentará: “Nos extinguimos sin remedio”
Procuremos poner, entre todos, los medios necesarios para que esto no ocurra, tratando de ayudar a los hikikomori (a pesar de que ellos no deseen esta ayuda), a sus familias y a nuestra sociedad, para estos jóvenes puedan ser capaces de encontrar un sentido diferente a su vida.