Hace ya muchos, muchos años, celebramos, en mi pueblo, un acontecimiento entre amigos al que me acompañó, desde Sevilla, otro buen amigo, Francisco José Galán (Gali). Pasamos un fin de semana estupendo y a la vuelta, camino de Sevilla, mi amigo Gali me dijo: “Cómo me gustaría tener un pueblo”.
No me dijo “ser de un pueblo” sino “tener un pueblo”.
Desde ese momento esa frase la hice mía.
Yo soy de pueblo, de mi pueblo, Guadalcanal, pero, sobre todo “tengo un pueblo”.
Requisitos para tener un pueblo
Para tener un pueblo no hace falta vivir en él. Ni siquiera hace falta haber nacido allí (aunque esto, lógicamente, favorece).
Para tener un pueblo hace falta estar integrado en él.
Formar parte de sus tradiciones, de sus costumbres, de sus actividades y, sobre todo, hacerlo con ilusión, con interés y con cercanía a las personas que te rodean y que forman parte de ese microcosmos que es el pueblo.
Tener un pueblo significa que los demás te conocen, que saben de tu vida. Van a saber cuando has tenido circunstancias personales, familiares o profesionales que son positivas o alegres y te van a felicitar por ello. Pero también van a conocer si estás enfermo o con problemas y se van a interesar por ti.
Cuando tienes un pueblo, el pueblo está lleno de amistades y de familia. O de amigos que son como de la familia.
Tener un pueblo es perder, en cierta medida, intimidad, pero también evitar la soledad y el aislamiento social que supone vivir en una ciudad, porque al tener un pueblo nunca vas a estar solo.
Si paseas por la calle, vas a estar continuadamente saludando a los vecinos, parándote con unos o dedicando a otros un “buenos días”, “buenas tardes”, un “hey” o un “ay” (saludos cortos muy pueblerinos). Nadie se queda sin saludo si presumes de tener un pueblo.
Tener un pueblo implica tener que adaptarte a su ritmo de vida, pero, cuando lo haces quieres que esos ritmos se mantengan siempre. La tranquilidad, la seguridad, la desaparición de las prisas, la familiaridad y la afectividad del pueblo no la vas a encontrar nunca en la ciudad.
Puedes haber nacido en un pueblo o vivir en él y, sin embargo, no ser capaz de «tener un pueblo». Necesitas implicarte y exponerte, pero si tienes esta opción y no la aprovechas estás perdiendo un gran apoyo para tu vida.
Por el contrario, puedes no haber nacido en un pueblo y no vivir en él de forma continuada y, sin embargo, ser capaz de “tenerlo”, de formar parte de él. Es más difícil, pero si te integras verás como sacas partido anímico y emocional de esta posesión.
Tener un pueblo significa vivirlo incluso cuando no estás en él
La distancia, en muchas ocasiones, te une más a tu pueblo.
Cuando estás lejos quieres saber lo que pasa en el pueblo. Te alegras con las buenas noticias y sufres con las desdichas. Estás siempre pendiente de las novedades y de los proyectos.
Cuando ves un paisano fuera del pueblo, sientes una gran alegría y le dedicas un saludo mayor del que le dedicarías si estuvieses allí. ¡Y los ves!, que no te quepa duda, porque siempre encuentras a alguien del pueblo donde menos te lo esperas.